No solo por ser el viaje de final de curso sino por ser también el último momento que muchos iban a compartir antes de que sus caminos se bifurquen al final del verano, los alumnos estaban dispuestos a exprimir la experiencia hasta el último momento.
Si el viaje por en autobús se nos pasó rápido, más fugaz se nos hizo la visita a Barcelona que había preparado Juanjo y que nos permitió disfrutar de diferentes barrios, rincones emblemáticos, maravillas arquitectónicas e incluso de toboganes gigantes en las laderas de Montjuic, donde los alumnos y algún profesor sacaron de dentro ese niño que todavía hay en ellos. Parecía un aperitivo para las atracciones de que disfrutaría el grupo al día siguiente en el aquapark de la Pineda. Donde pese a las recomendaciones, algunos alumnos se tostaron en demasía y de forma involuntaria, ya que ¿quién se va a acordar de la protección solar cuando está disfrutando con los compañeros y los profesores en las diferentes atracciones acuáticas?
La cena en la residencia salesiana Martí-Codolar fue un momento de paz en el que poder compartir las diferentes experiencias del día y hacer un recuento de las diferentes atracciones acuáticas en que había estado cada uno. El cansancio del día se hizo sentir y los alumnos cayeron antes o después en los brazos de morfeo, lo que los profesores agradecimos enormemente.
Con un poco de cansancio y de sueño todavía, nos reunimos para desayunar alumnos y profesores antes de dirigirnos a Salou para disfrutar de sus playas, el paseo central y un poco de tiempo libre antes de volver a Pamplona con nuestras familias.
¡Feliz Verano para todos y mucha suerte en vuestra nueva etapa!